martes, 8 de mayo de 2012

payasos


Hace unos años entraba en el circo ilusionada por ver los trapecistas. También sentía un mix de curiosidad y pena por ver animales como leones, tigres, tal y cual.
En un momento preciso entraban los payasos. El de la cara blanca, que aunque me digan que sufre vitíligo a mi me sigue dando miedo. Y los otros dos, uno tonto y el otro más.
"¿Cómo están ustedeeees?". Todo el público respondía al unísono "BIEEEEN". Todos menos yo. Según el día decía "¡¡regulaaaaar!!" o tal vez "¡¡MAAAAL!!".
"¡No se oye! ¡¿Cómo están usteedeeees?!"
Vaya con el sordo...
Eso es porque las carpas de los circos no están diseñadas como los teatros, que tienen buena sonoridad. Las tablas de los asientos chirrían. Las verjas de seguridad de los animales hace tiempo que tienen crisis. Y la tela casi siempre tiene un descosido/roto.

No me hacían mucha gracia. Un cubo de agua, un puñado de harina, canciones infantiles más ñoñas que Carmen Lomana disfrazada de Dora Exploradora.
Analizando la situación creo que son ancianos con sus claros problemas de la edad. Caminan con los pañales de la incontinencia, la voz les patina (ñia ñia ñia) por la dentadura suelta, sordera ya mencionada, patosos (se caen por nada), les gusta contar batallitas a los niños, visión distorsionada (está claro que no saben combinar colores y se los ponen todos juntos), nariz roja por la falta de riego (años de alcoholismo o peor), zapatones (no llegan a cortarse las uñas y tienen que llevar 4 números más). ¿Hacen falta más datos?

Ahora que no soy tan niña, las payasadas las hago yo. Con bastante menos gracia, que ya es decir. La nariz roja me acompaña a donde vaya, porque el mundo está chungo pero no lo suficiente como para no merecer una sonrisa al día.
Si me preguntan a gritos seguiré respondiendo lo que me salga en el momento. Eso sí, adoro a mis payasos favoritos: los ídolos y los amigos.

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